¿Quién construye las identidades? La crisis política de la escuela

Cataluña tiene una larga tradición en recibir personas de fuera e integrarlas, pero cada integración es distinta, y el enriquecimiento del país también es distinto. Con cada oleada migratoria que ha llegado, se ha hablado mucho de la identidad catalana, de su mantenimiento y de si está en crisis. En este sentido, quizás hay que olvidar la vieja noción de identidad, pensada para individuos y sociedades homogéneas, cerradas, donde todo el mundo era bastante igual al resto de personas que lo rodeaban. Actualmente, a ratos somos catalanes, pero también antiglobalizadores, o profesores de universidad que necesitan una internacionalización... Nos movemos con identidades simultáneas y sólidas, y a menudo nos parece más próximo algo de fuera que de dentro.

La identidad actual tiene más que ver con un contenedor (la identidad la configura el lugar donde te encuentras, al que debes adaptarte) que con un contenido (el lugar donde se ha nacido).

La escuela ha sido siempre la creadora de la identidad nacional, pero esta función de la escuela actualmente está en crisis por tres razones: la pérdida de autoridad de la escuela como transmisora de una tradición de conocimiento; la demanda de creación de individuos flexibles y preparados para la internacionalización, y la falta de asunción de valores propios de la clase política.

Si a ello añadimos inmigración, la crisis todavía se hace más fuerte, ya que, si bien hasta ahora se había resuelto, los actuales modelos de multiculturalidad que se aplican no arreglan las cosas sino que las empeoran, dado que las culturas no pueden mantenerse fuera del contexto de la propia cultura es decir, del contenedor, y es inútil intentarlo. La escuela puede mantener la identidad de una comunidad como punto de partida, o como tránsito, pero el objetivo final tiene que ser que la identidad del propio país, el contenedor, sea la propia.