Cambiar en positivo la enseñanza no es nada fácil, ni en Cataluña ni en Europa, y es necesaria valentía política para hacerlo. Donde sí lo han hecho es en países escandinavos, pero aquí todavía no.
La escuela pública catalana funciona bien, es un modelo inclusivo y busca que la escuela sea un factor de cohesión social, independientemente de la procedencia del alumnado. Tampoco existen problemas económicos ni de equipamiento, el único problema es la falta de decisión política.
Hay tres factores que deben tenerse en cuenta para una reforma: la ley tiene que reconocer el papel de los maestros y tenerlos en cuenta a la hora de tomar decisiones, pero no sólo a través de los sindicatos, sino también escuchando a los maestros que dan clase día a día; debe existir un director, una persona responsable del programa educativo, no pueden seguirse, como ahora, criterios espontaneistas; y hay que reintroducir la moral del esfuerzo en la enseñanza, tiene que conseguirse motivar y ejercitar la voluntad para aprender.